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Este pasado 2023, el planeta ha superado los 1,5ºC de calentamiento casi la mitad de los días del año, un récord negativo que marca una tendencia extremadamente peligrosa. En los países mediterráneos, temperaturas, fuegos y sequías se intensifican año tras año, amenazando el entorno natural, la producción agrícola y la salud de las personas. La comunidad científica urge a disminuir un 43% las emisiones respecto a 2019 ya triplicar las energías renovables para 2030.

Es inaplazable contribuir a reducir el calentamiento aprovechando el sol y el viento de nuestro territorio. En el Alt Empordà el debate pone el énfasis en la propiedad de las instalaciones, el destino de la energía, la creación de un nuevo parque natural, el sellado de los espacios agrarios y la exclusión del espacio marítimo , mientras la situación comarcal es dramática, con menos del 1% de la energía procedente de fuentes renovables.

Con una economía basada en el turismo, la logística y la exportación de productos agroalimentarios, en el 2035 –una vez cerradas las tres centrales nucleares catalanas– el Alt Empordà necesitará el equivalente a 20 molinos en el mar, o cerca de 100 en tierra, o 1.200 hectáreas de parques fotovoltaicos, sin tener en cuenta una «cuota» de solidaridad a nivel catalán o los picos estacionales del turismo. Garantizar el sistema productivo y su competitividad, el empleo y condiciones de vida seguras para la población requerirá energía abundante, económica y en red. Hacer lo contrario llevaría a la comarca hacia la vulnerabilidad.

A su vez, los espacios protegidos y las extensiones agrícolas son un activo ambiental incuestionable, pero su mera existencia y la premisa de no intervenir no garantizan en absoluto una buena preservación frente a la emergencia climática. Los cambios derivados del calentamiento global, sobre todo secos y riesgo de incendios, nos dirigen hacia procesos de desertificación. Para contrarrestar esta dinámica y gestionar la defensa de los ecosistemas, sostener una agricultura productiva y resistir oleadas de calor y sequías debemos intervenir hoy, con la regeneración de la naturaleza, del suelo y de los recursos hídricos, pero también abandonando los combustibles fósiles de forma inmediata –responsables del 75% del calentamiento global– con un rápido despliegue de las energías renovables. Estamos hablando de 6.000 placas al mes, o 10 aerogeneradores terrestres, o 2 marinos al año durante los próximos 10 años, sólo para el Alt Empordà.

No podemos rehuir responsabilidades, ni equivocarnos de problema. En 2050 muchos de nosotros no estaremos, pero nuestros hijos o nietos sí. El problema realmente crítico es evitar que el aumento de las temperaturas siga acelerándose y cómo adaptarnos a un clima futuro que puede llevar al límite del colapso cuyos sistemas alimenticios y naturales dependemos. Las renovables son nuestras aliadas frente a este enorme desafío.

Firman el artículo: Ramon Folch (Socioecólogo y ex secretario del Comité Español del Programa MaB UNESCO), Xavier Pastor (Oceanógrafo y expresidente de Greenpeace), Jaume Terradas (catedrático emérito de ecología), Francesc Mauri (geógrafo y meteorólogo), Maria Carme Llasat (catedrática de física de la atmósfera), Anna Gallés (bióloga), Pere Guerra (empresario y vicepresidente de Pimec Girona), Pere Roura (catedrático emérito de física), Deli Saavedra (biólogo), Antoni Salamanca (consultor ambiental), Joan Vila (ingeniero industrial ), Jordi Vilardell (periodista especializado en crisis climática y biodiversidad), Mar Reguant (economista y profesora de la Universidad Northwestern de Chicago) y Daniel Schneider (oceanógrafo y fundador de Naturamarine).