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Este 2023 pasará a la historia como el año en que las energías renovables desbancaron a las energías fósiles y nucleares en la producción de electricidad en la península ibérica. La gran implantación de eólica y fotovoltaica de los últimos meses, junto a un invierno relativamente soleado, han llevado a producciones masivas de hasta 18.000GWh/mes, superando el 50% de la demanda. Algunos días con producciones punta cercanas al 80% que han obligado a cerrar centrales de gas e hidroeléctricas y reducir al mínimo la nuclear (que no tiene la flexibilidad como para detenerse). Y es que el sistema eléctrico tiene una peculiaridad que es al mismo tiempo su debilidad. No puede faltar ni sobrar energía en el sistema. Debe producirse en función de la demanda, de lo contrario la energía sobrante reventaría la red.

Así, el sistema gobernado por REE prioriza las energías más baratas, que son las renovables, por encima de otras tecnologías más caras. Cuando hace viento, la eólica entra con fuerza y ​​obliga a detener a las demás centrales; cuando hace sol, es la fotovoltaica la fuente prioritaria. Es lo que se llaman los «cortales». Incluso algunos días en horas centrales del día la fotovoltaica también ha desplazado a la eólica, llegando a precios mayoristas cercanos a 0€/MWh. Éste es el motivo por el que en días de viento a veces vemos aerogeneradores parados.

Es esta gran implantación de renovables lo que nos ha salvado de los precios salvajes que se están dando en buena parte de Europa. Es una buena noticia. En estos momentos la fotovoltaica ya cubre buena parte del consumo en las horas solares y se espera mucha más en los próximos años. Pero la buena noticia también nos afronta a dos problemas a resolver de forma urgente para que esta transición energética no se vea estroncada.

Lo primero es que hay que dar señales al mercado para que se concentren los consumos en las horas de mayor producción en las que la energía es abundante, renovable y barata. Esto pasa por una electrificación de los procesos industriales que por ahora funcionan con combustibles fósiles. Las empresas que antes hagan esta conversión serán más competitivas, y en los próximos años, las ayudas y créditos de la administración a la industria deberían ir específicamente a tal fin. Del mismo modo, es necesario adaptar la tarificación del sistema regulado, que ha quedado obsoleto porque las horas solares ahora son consideradas punta y desplazan los consumos domésticos a horas en las que justamente no hay sol. Un despropósito que obliga a las eléctricas a vender caro cuando la energía es barata y vender barato cuando es más cara.

En segundo lugar, cabe pensar qué otros usos podría tener la energía sobrante que ahora no entra en el sistema por falta de demanda o porque la demanda se está satisfaciendo con otros combustibles. Uno de ellos sin duda debe ser la electrificación de la movilidad, donde hoy en día estamos en la cola de la UE en cuanto a estaciones de recarga y vehículos circulando. Otro puede ser con sistemas de acumulación de energía como las baterías o los bombeos de agua río arriba. La acumulación en baterías tiene la barrera del coste y de la escasez de materiales, pero la investigación en este campo avanza muy rápidamente. Los bombeos, en cambio, tienen un margen más limitado pues se necesitan dos embalses consecutivos para operar. Entre Sau y Susqueda ya existe un sistema de bombeo aguas arriba que podría ampliarse pero el cada vez más escaso caudal del río Ter cuestiona la viabilidad de una inversión para ampliar el sistema.

Es en esta interacción agua por energía donde creemos que también es necesario repensar, en vistas a las sequías persistentes que nos anuncia el calentamiento global, en su inversa: energía por agua. Si toda la energía sobrante la destináramos a la producción de agua en las desaladoras ayudaríamos a compensar la falta de caudal de los ríos y el agotamiento de los acuíferos más sobreexplotados. Hoy en plena sequía las desaladoras funcionan al 100% pero han estado funcionando bajo mínimos durante mucho tiempo para que el coste energético no encareciera el precio del agua. Esto, gracias a las renovables, es ya historia. Las desaladoras pueden funcionar a pleno rendimiento en las horas solares a precios bajos todo el año, ayudando al país a paliar su creciente carencia de agua, al tiempo que repartir en el tiempo la producción de salmueras y su vertido al mar , el principal impacto ecológico de esta tecnología.

El futuro puede ser esperanzador si toda la sociedad asume que la transición energética es un imperativo y que cuanto más tarde la hagamos, más severos serán los efectos de cambio climático. Las renovables no sólo nos ayudan a reducir emisiones, también pueden convertirse en claves para amortiguar los efectos ya irreversibles del calentamiento global como la falta de agua potable.