A pesar del tiempo transcurrido desde el pasado 8 de marzo, el seminario organizado por la Universidad de Girona para poner a debate la eólica marina en la Costa Brava, dejó interesantes certezas y muchos interrogantes.
Según anunciaba Assumpta Farran, Directora General de Energía, tardaremos al menos una década en ver aerogeneradores flotantes comerciales, porque es una tecnología poco madura y por el propio ritmo lento de tramitación y, en su caso, ejecución. Tiempo suficiente para testar y mejorar la tecnología y recopilar evidencias científicas sobre sus efectos ambientales a través del proyecto PLEMCAT -promovido por la Generalitat y el Instituto de Investigación en Energía de Cataluña-, que pondrá en marcha una plataforma-laboratorio flotante en 2026 si se cumplen los plazos previstos.
El dr. Daniel Depellegrin -investigador Marie Curie del Departamento de Geografía de la UdG y experto de la Comisión Europea en Datos de planificación del espacio marítimo- presentó resultados de sus investigaciones sobre planificación integrada del espacio marítimo catalán. Una región marina con más de un 50% del área bajo figuras de protección natural, y donde las presiones más fuertes provienen de la pesca, presente en un 70% de todo el ámbito, y los corredores de navegación, extendiéndose en un 34% del mismo. Actividades que se prevé que crezcan en un futuro (de acuerdo al POEM), agravando el solapamiento y presión de la actividad pesquera y la navegación sobre las áreas marinas protegidas. En contraste, el polígono acotado como área de alto potencial para la eólica marina representa un 1% del mar catalán y, según los estudios del dr. Depellegrin, la variación de afectación que se puede derivar con el conocimiento actual es mínima.
En este sentido, el ecólogo marino e investigador del proyecto BIOPaís Paul Wawrzynkowski remarcaba los potenciales impactos de la eólica flotante sobre la biodiversidad marina de un ámbito especialmente frágil por el hecho, entre otros motivos, de acoger un coto de reclutamiento de merluza . Por eso, BioPaís recomienda aplicar el principio de precaución e integrar toda el área dentro de un futuro Parque Nacional de los Cañones del Cabo de Creus, y desplazar la PLEMCAT a una zona degradada frente al Puerto de Tarragona. En una línea complementaria, la Dra. Anna Garriga, decana de la Facultad de Económicas de la UdG, proponía un protocolo para evaluar el impacto económico indirecto de realizar una gran infraestructura como un parque eólico marino, en términos de posible pérdida de valor de propiedades y negocios de la Costa Brava , o del paisaje como intangible monetizable. Ambas cuestiones –impacto ecológico y económico– son muy relevantes, así como de naturaleza incierta y con múltiples lecturas posibles.
Haciendo caso a la Dra. Garriga, en lo que se refiere al balance económico directo e indirecto de hacer un parque eólico marino, tendría sentido confrontarlo con alternativas como: a) que la energía se produzca en otro territorio y se transporte a la Costa Brava, con las compensaciones correspondientes por el territorio que haga de “colonia” energética suya; b) que cada municipio de la Costa Brava se haga el 100% de la energía que utiliza, computando también los picos estacionales (qué fuentes utilizará, cómo financiará su instalación, dónde lo emplazará y cómo afectará esto a su valor patrimonial local?); c) qué pérdida de valor representa un parque eólico versus la pérdida de valor ya en curso por la sobrefrecuentación náutica de playas y calas, la masificación turística, el vertido de aguas residuales, o el daño paisajístico, medioambiental y social (pérdida de identidad cultural, acceso a la vivienda…) ocasionado por 70 años de construcción desaforada?; d) ¿qué costes económicos y depreciación está causando y agravará el cambio climático? por ejemplo, debido a un aumento del nivel del mar de un metro a final de siglo (de momento, ya sabemos que cada año son necesarias inversiones millonarias para regenerar playas y paseos marítimos, y este año para salvar la temporada y el suministro de agua , tanto sector público como hotelero han tenido que invertir en desaladoras móviles).
Respecto a los impactos ecológicos, tal y como sugería el dr. Pere Roura, catedrático emérito de Física de la UdG, debe discernirse entre amenazas (impactos potenciales) e impactos comprobados, lo que podría llevar a un análisis de cuatro niveles: 1) Impactos potenciales de la infraestructura (tanto en su construcción como en la operación) y dentro de éstos cuáles de carácter crítico e irreversible, y cuáles de menor grado y que pueden ser corregidos o asumidos; 2) Efecto de los impactos potenciales sobre las presiones in situ actualmente existentes ya descritas (a qué nivel las agrava); 3) Relevancia de los impactos potenciales frente a los impactos ecológicos que ya está causando el calentamiento, como por ejemplo mortalidades masivas de corales y gorgonias, expansión de especies invasoras, cambios en la distribución y productividad de determinadas especies, etc.; 4) Impactos potenciales versus los impactos del despliegue de la misma potencia de energía en el medio terrestre (se debe recordar que la producción de energía de 1 aerogenerador marino equivale a 4 terrestres, oa 60 hectáreas de placas solares). Evidentemente, una evaluación de estas características también supondría tomar en consideración los beneficios ambientales de la instalación, como una zona de reclutamiento libre de pesca, y más particularmente en forma de emisiones evitadas. En un Mediterráneo donde la mitad oriental es emisora neta de CO2 y la occidental hace de sumidero, los gases de efecto invernadero dejados de emitir por un parque eólico marino como el Tramuntana más de 30 veces superiores a los capturados por el área marina donde se ubicaría. Un cómputo que resulta observar el desplazamiento de los combustibles fósiles provocado por las energías renovables en Europa, donde cada kWh de electricidad producida con renovables está significando una caída de 3 kWh generado con carbón, gas o petróleo. Tal y como insistía el dr. Roura, «es hora de dar crédito a la transición energética» y los datos así lo demuestran.
Son muchos los interrogantes que habría que responder para tomar una decisión plenamente informada, y como remarcó el vicerrector de investigación Josep Calbó, no hay una sola verdad ante una cuestión tan compleja y poliédrica, sino muchas, lo que sitúa a la Universidad como el espacio natural por el contraste de ideas, la suma de inteligencias y la realización de aportaciones que ayuden a la Administración a avanzar hacia la mejor solución posible.
Ante esto, aplicando el principio de precaución, y en este caso por precaución climática y por precaución hacia la pérdida de biodiversidad ya en curso por el aumento de la temperatura marina, la PLEMCAT ofrece un terreno de juego controlado abierto a todos los actores con una década de margen para el estudio objetivo y sin apriorismos de la eólica marina en nuestra costa. Una década para averiguar in situ lo que no sabemos y que no podremos modelizar en laboratorios o con programas informáticos, y que puede ayudar a un correcto desarrollo de la eólica marina, aquí o en otros lugares del mundo. Sin embargo, tal y como reflejan los trabajos de percepción social de BioPaís, a mayor proximidad a la zona de implantación del parque eólico, mayor rechazo (mayor efecto NIMBY); un rechazo que responde a un sentimiento muy fuerte de pertenencia al lugar y que, probablemente, ni siquiera un alud de información fundamentada podría compensar, sea frente a un parque eólico marino en el mar, uno terrestre en La Jonquera, oa una central fotovoltaica en el interior. Por tanto, como sociedad gerundense, no podemos seguir poniéndonos de lado ante el mayor reto que viviremos y las herencias que esto dejará a nuestros hijos, nietos, bisnietos… Y no es otro que luchar contra el cambio climático a la velocidad que es necesario, con un suministro de energía libre de carbono al nivel propio de una sociedad industrial-turística como la …
Antes no vemos una turbina en el mar debemos tener operativa la respuesta, porque el parque eólico marino sólo representa un 11% de toda la energía que utilizamos los gerundenses. En otras palabras, ya sea con eólica marina, o no, “¿Qué hacemos?”