Uno de los principales argumentos de los opositores a las energías renovables es que éstas no cuestionan los aspectos más nefastos del sistema capitalista que ha propiciado la situación actual, y que lo que hace falta es cambiar el sistema y no hacerle parches.
Es innegable que si nuestra sociedad, hoy global y capitalista, redujera su nivel de consumo, fomentara la economía local y reciclara o reaprovechara los materiales, con un modelo de economía circular, habría una notable reducción de emisiones. Pero, ni siquiera con todas estas medidas -que no son fáciles de implantar a corto plazo porque requieren un amplio consenso social- serían suficientes para detener las emisiones de gases de efecto invernadero y el planeta seguiría calentándose, a un ritmo menor, sí, pero seguiríamos sin resolver el problema.
Sin un cambio tecnológico en la forma en que producimos energía, que permita pasar de la combustión de materiales fósiles a un sistema de producción eléctrica limpio a partir de fuentes inagotables como el sol, el viento o el agua, siempre habrá emisiones de gases de efecto invernadero suficientes para hacer imposible revertir la situación climática.
Pongamos números. Una tercera parte de las emisiones mundiales son provocadas por la extracción, transporte, refinamiento y conversión del petróleo en la fuente de energía que realmente necesitamos. Y de la energía final disponible, después de todo este proceso, sólo aprovechamos la mitad por la ineficiencia de la tecnología térmica. Es decir, que la tan sólo conversión de los consumos actuales a una tecnología eléctrica generada localmente permitiría ahorrar a dos terceras partes de las emisiones actuales. Por poner algún ejemplo, la eficiencia de un coche eléctrico es el triple de uno de combustión o una bomba de calor es cuatro veces más eficiente que una caldera de gas.
Si, además, esta reconversión al vector eléctrico de los consumos actuales fuese generada con fuentes renovables, la reducción de emisiones sería del 90% de las actuales, quedando únicamente las producidas por las industrias de alta intensidad energética como la del acero , la cerámica o las cementeras. E incluso éstas, con una eficiencia mucho menor, tienen la opción de funcionar con hidrógeno verde producido, cuando tengamos una implantación masiva de renovables, en los momentos en que el resto de consumos sean inferiores a la energía renovable disponible.
Queda por resolver la incógnita de si dispondremos suficientemente de algunos materiales críticos, como el cobalto o el litio, esenciales para realizar la reconversión tecnológica. La respuesta deberá venir, aquí sí, de la economía circular y el reciclaje, pero hay que tener en cuenta que estamos muy lejos de ese escenario. Actualmente, la oferta de minería de materiales críticos es superior a la demanda, aunque la mayoría de estos materiales no se dedican a la tecnología que nos permitiría detener el calentamiento global, sino a bienes de consumo, como los teléfonos móviles o los ordenadores que quedan obsoletos en poco tiempo. Y no, no es cierto que esa minería condene a los países que tienen ese recurso. Lo necesario en estos países es una mayor democracia para redistribuir la riqueza que pueden aportar estos recursos, tal y como ha sido el petróleo una fuente de riqueza para los países del golfo pérsico o el gas para Rusia.
No podemos distraernos con debates que, si bien son necesarios para mejorar la reconversión tecnológica que debemos hacer, a menudo son alimentados, no como complementarios, sino como argumentos en contra de las renovables porque amenazan el statu quo de la industria que se ha beneficiado, desde hace muchos años, a expensas de nuestro bienestar climático. La transición energética es el camino que desde hace muchos años la ciencia nos dice que debemos recorrer para detener el calentamiento global. Afrontamos la realidad que tenemos por delante con decisión y conscientes de que el tiempo que tardamos en hacerlo es un factor clave que determinará el clima de los próximos siglos. La solución al cambio climático no es sólo tecnológica, pero sobre todo es tecnológica.